Los caminos del agua

Por Ruben Giordano (docente de Historia y Geografía)

En la historia “oficial” poco se dice de los pueblos originarios. Estos, los nativos de la tierra, pusieron énfasis en agua. En nuestra “pampa” (entre sus lugares Quiñe Malal, Chilli hue, Unco) estos pueblos, fueron mojones de los tiempos. Sus rastrilladas (surcadas a la par de las aguadas) permitieron lograr la comunicación, la tan ansiada comunicación, esa que hoy nos cuesta tanto. A veces decimos: “parece diálogo entre sordos”, siendo que estos desposeídos de tan valioso sentido, han logrado hacerlo de una mejor manera.

La propia leyenda lugareña habla del huitru (el gran “gulmen” de las pampas – guardián de estas tierras), un añoso caldén, solitario, dejó brotar de su leñoso cuerpo, el líquido más preciado de la vida: el agua. Pura y límpida hasta los arenales de la estepa. Brotó para saciar la sed de vagabundos y atormentados lugareños, perseguidos por la incertidumbre y el propio peso de la travesía. Este lugar, muy cerca de nosotros y, tan poco recordado; sólo una escondida y casi insignificante imagen, intenta dar un rayo de luz a tanta oscuridad.  

Todo nos habla del agua. Qué bondad! Este (nuestro pueblo) ha despejado ese mote de ignorancia, pesadumbre, postergación para salir a defender su elemento de vida: el agua.

Cuando hablamos de acontecimientos, de calendarios, de cronos, las convenciones internacionales intentan soslayar el sentido de la memoria colectiva, sintetizando en el llamado “día internacional del agua”. Es solamente un día. La reflexión superadora nos expone a repensar en que: todos los días serán los días del agua. Este presente, revitalizado por estado de derecho, parece ser la gran oportunidad de recuperar la memoria desde los pueblos (los de hoy, los de ayer, los de mañana). Todo este trayecto será posible, si nos reconciliamos con nuestro tesoro: el agua.

Para afianzar nuestra convicción, una frase del recordado pintor y poeta japonés Yosa Buson: “No daría ni para un sorbo, agua limpia y clara, y sin embargo ¡Que cosa tan sagrada!”.