Cambiemos: una mesa que todavía no está servida

Por Norberto G. Asquini

 

No hay en la provincia una iniciativa política más manoseada que la frustrada Mesa del Cambiemos pampeano. Un cuestión que es más simbólica que real, y que puede llegar a lograr alguna coordinación en la oposición, pero que no significará en los hechos la consolidación de un frente. La oposición en La Pampa hoy está más atada a los recelos y diferencias que a las posibilidades de construir una coalición medianamente competitiva.

 

Sentarse o no sentarse

 

La meneada Mesa de Cambiemos estuvo siempre condicionada por los esquivos dirigentes radicales que no quieren terminar siendo segundos o absorbidos por el macrismo. Ahora la turbulenta situación económica condiciona voluntades y entusiasmos y en la provincia los empuja en dos sentidos. La caída en la consideración pública de la imagen del presidente Macri alienta por un lado a dirigentes radicales a conformar la Mesa ante la debilidad del macrismo, pero contrariamente también a poner paños fríos a cualquier entendimiento porque no se sabe cuál será el desenlace de la administración presidencial en 2019.

El macrismo quiere la Mesa. Sería la consolidación de Cambiemos, la marca nacional en La Pampa. Y de empezar a conformar una coalición para enfrentar al PJ, que hoy se siente fortalecido por el ajuste y la crisis económica, temas que dejan en segundo plano cualquier otra cuestión de la realidad, y que le pega de frente a Cambiemos y sus posibilidades.

 

Dando vueltas y vueltas

 

La Mesa está fría. El radicalismo da vueltas, encerrado en su propia especulación y su internismo. Se iban a reunir las cabezas provinciales para ver cómo se podía llevar a cabo esa conformación. Las declaraciones del presidente de la UCR, Hipólito Altolaguirre, y la salida pública del senador Juan Carlos Marino que quiso capitalizar como propio ese encuentro en el que él era un invitado más, derrumbaron cualquier posibilidad de sentarse a charlar entre ellos.

La situación provincial no es ajena a la nacional. El radicalismo, convertido en el socio menor de una alianza que acompaña enojoso las políticas del macrismo es vapuleado por Carrió o Beatriz Sarlo en los medios. Hacia adentro presiona con los gobernadores por algún cambio en la política económica, sin ser escuchado, y en el fondo hay ruido de fondo ya que la mala situación económica lleva a algunos sectores a intentar, por ahora marginalmente, algún escape, como ocurre con Ricardo Alfonsín.

 

Interna, ¿para qué?

 

Otra cuestión que los frena a sentarse es, como indica un dirigente radical, la centralidad en la oposición del secretario de Deporte, Javier Mac Allister, lanzado a ser candidato a gobernador. El PJ lo ha hecho su enemigo íntimo y le pega cuando puede por ser el representante de Macri. Parte del radicalismo lo ha convertido también en el enemigo a vencer, más enemigo que el peronismo. Toda una definición para la oposición: el radicalismo se conforma con ganarle a Mac Allister para seguir siendo cola de ratón del justicialismo pampeano. «Es ganar para ser siempre segundos», indica malhumorado un consultado de ese partido. «Parece haber más preocupación por los cargos que por intentar un frente competitivo», completa. Ese es un germen opositor madurado en la derrota permanente con el PJ.

Algunos dirigentes de la UCR ya consideran que Mac Allister, o la lapicera de Nación, no va a poder convencer a todos los radicales de tener un candidato del Pro y que la interna será inevitable. La gran pregunta es: ¿interna para qué, para ganar la provincia o solo para que no gane el macrismo? ¿Quiere el radicalismo gobernar la provincia en algún momento? «No queremos ser los segundos del Pro, para eso es mejor ser segundo», se inflama otro de los dirigentes consultados, hoy en la vereda opuesta al secretario nacional.

 

Alarmas a futuro

 

Los volantazos políticos de Altolaguirre encienden alarmas sobre el futuro de la coalición opositora. Un día quiere conformar la mesa, al siguiente estalla en declaraciones en contra de la situación nacional para no perder protagonismo en los medios. Las inconsistencias y contradicciones (un día declara persona no grata al gobernador de Mendoza, al siguiente se va a reunir con él) no parece ser la mejor guía para lograr consensos dentro del radicalismo o con sus aliados. Habla de diferencias ideológicas con el macrismo, justificando la división, pero son solo excusas. Si la UCR encabezara o ganara espacios se acabarían los berrinches públicos. Los intereses personales y sectoriales terminan por trabar cualquier entendimiento general. El PJ no le queda más que esperar con cierta satisfacción lo inevitable: que la oposición quede enredada, nuevamente, en sus propios desajustes.

Como indica el periodista Mauricio Maronna sobre el escenario nacional, «la mesa no está servida» para Cambiemos. La frustrada Mesa pampeana, esa cuestión simbólica más que práctica en los hechos, también demuestra los condicionamientos futuros que cercan a la oposición. «Si no nos podemos poner de acuerdo en eso, si no podemos sentarnos cinco dirigentes para una coordinación mínima, ¿cómo la gente nos va a ver como alternativa para gobernar? Hay que pensar más en la gente, que poco le importa las roscas de un grupo de dirigentes», se sincera uno de los dirigentes consultados. Toda una definición.